El hedor era insoportable y los 37º no ayudaban en absoluto a paliar sus efectos. El aire acondicionado del juzgado por enésima vez se había estropeado y, en lugar de expulsar aire frío, lo q hacía, amén de ruido, era expandir por toda la estancia aquel nauseabundo olor.

Tanto S.Sª como yo demudábamos la faz según el imputado se moviera a diestro o a siniestro en aquel sillón de escay, aunque más que moverse padecía azogue. Dado su aspecto, en el que “desaliñado”, como consignó posteriormente el forense, era un eufemismo en toda regla, llegué a pensar que lo que provocaba esos movimientos involuntarios en él no eran más que las chinches.

Algo similar pareció representársele a Don Cosme, titular del Juzgado de Instrucción en funciones de Guardia. Nunca le había visto perder de aquella manera la compostura; cual malabarista, se rascaba el cogote con la mano izquierda, mientras tamborileaba un bolígrafo bic con la derecha y se revolvía en su asiento de arriba abajo poniendo a prueba la ley de la gravedad.

Me sostuvo la mirada suplicante, queriéndome decir sin palabras que no hiciera preguntas. Como si yo pudiera concentrarme entre el hedor, los movimientos involuntarios de ambos, aquellos diminutos animalitos de varias patitas que idealizaba por el cuerpo de aquel sujeto y la soflama en la estancia.

En un momento dado, para distraerme de aquellos designios, dirigí mi mirada a los dos agentes que de pie lo custodiaban. A su derecha, el más joven, tenía el rostro céreo y mostraba sin pudor cierta basca. El más mayor, rozando la segunda actividad, parecía inerte.

En aquellas circunstancias, estaba claro que o cortábamos el interrogatorio o acabábamos siendo atendidos por el 112 por intoxicación de metano u otros gases nobles.

Juan Ignacio de Sesmes había sido detenido por un presunto delito de daños, aunque de presunto tenía bien poco. Su hazaña había sido grabada por las cámaras de seguridad del centro comercial aledaño.

Pese a lo incómodo de la situación, ajeno a la realidad, contra todo pronóstico, aquel comenzó a disparar e hilvanar palabras sin que sujeto, verbo y predicado tuvieran consistencia y sentido alguno, siendo reflejado todo ello por la tramitadora procesal que ya no disimulaba su angustia y fatiga, llevándose, entre pausa y pausa de aquél, una toallita perfumada a la nariz.

Esas pausas también eran aprovechadas por don Cosme, en las que con bizarra intención le hacía ver lo innecesario de continuar el relato, de un lado, y de los beneficios de su silencio en aras a su defensa, del otro (casi me da una alferecía por el juego de palabras).

Estaba claro que aquella inmunda criatura no estaba en sus cabales. De hecho, así lo determinó de forma somera el Médico Forense, quien en un alarde de sapiencia recomendó su ingreso en psiquiatría…

INFORME MÉDICO FORENSE

Clínica Forense, 11 de julio de 1999.

 Ante S.Sª comparece Doña Esperanza Martín Gutiérrez, Médico Forense de este Juzgado, quien tras prestar juramento manifiesta:

 Que ha reconocido a Juan Ignacio de Sesmes. Se trata de un varón de 35 años que posiblemente tiene antecedentes psiquiátricos desde la juventud.

No coopera en la elaboración este informe y no aporta documentación médica al respecto. En el momento del reconocimiento presenta un aspecto desaliñado, sudoroso, con un lenguaje disgregado con neologismos y pararrespuestas, alteraciones en la psicomotricidad, posibles alucinaciones auditivas…

 

Recomiendo ingreso en psiquiatría…

A la vista del informe médico, fue dictado Auto por el que se acordaba el internamiento de Juan Ignacio en el Hospital Clínico de Málaga, librándose a tal efecto oficio a la Policía Nacional, al objeto de que procedieran a auxiliar al traslado del mismo a dicho centro.

Se remitió igualmente oficio Hospital para que procediera a su internamiento en el departamento de psiquiatría de dicho centro y meses después, concretamente el 22 de noviembre de 1999 fue dictado Auto en los siguientes términos…

“…                                                                                                                RAZONAMIENTOS JURÍDICOS

ÚNICO.- A la vista del informe médico que obra en las actuaciones, queda demostrada la concurrencia de una causa de exención de la responsabilidad criminal, como es la existencia de una alteración psíquica que impide a la persona ser consciente de su actuación, como establece el artículo 20 del código penal. En el informe remitido por la Unidad de Agudos del Hospital Clínico de Málaga se indica que el denunciado padece esquizofrenia paranoide, con antecedentes de ingresos, unido a la ingesta de sustancias tóxicas que restringe de manera acusada su capacidad de obrar y entender el alcance y consecuencia de sus actos.

En virtud de lo expuesto, dicto la siguiente

PARTE DISPOSITIVA

Se declara inimputable a don Juan Ignacio de Sesmes Bonilla, al concurrir la causa de exención de responsabilidad criminal prevista en el artículo 20 del código penal, debiéndose proceder al archivo de las actuaciones, con expresa reserva de las acciones civiles que pudieran corresponder a los perjudicados.

Notifíquese a las partes…”

Supuse, tras ver el informe de la Unidad de Agudos de psiquiatría, que el caso de Juan sería como el de tantos enfermos psiquiátricos, que en el mejor de los casos sería tratado durante sus fases de brote en las unidades de salud mental, sin más.

No tuve más contacto con Juan Ignacio, pero sí con su madre, quien con sus pocos recursos y habilidades logró muchísimos meses después contactar conmigo en un afán de recibir ayuda no para incapacitar al hijo, como ingenuamente pensé, sino para lograr su internamiento en centro psiquiátrico. Juan Ignacio tenía la tendencia a huir y al abandono, como ella decía.

Y en el verano de 2005, concretamente el día previo al inicio de mis vacaciones estivales, nos volvimos a encontrar en el Juzgado de Guardia…

“-Señorita, mi Juan Ignacio, cuando no se toma la medicación no le gusta mucho la gente, menos aún los policías, que ná más verlos huye, después de que lo encerraran por lo del destrozo de las motos, ¿recuerda? Usté sabe lo que hemos intentao que lo internen, que lo obliguen a seguí un tratamiento. Y mire usté, ahora ni tratamiento ni ná…”

Juan Ignacio abandonó el domicilio y estuvo desaparecido dos semanas. Lo encontraron cerca de los montes de Málaga, pero esto es otra historia…