Me desperté de un sobresalto. En el móvil se reflejaban al menos quince números que no llegué a contabilizar del todo.

Era domingo, las 10,30h, ¿quién llamaría a esas horas un día festivo? Tenía una resaca superlativa y no me apetecía en absoluto coger el móvil, pero fuera quien fuese estaba agotando mi paciencia y la llamada, así q decidí cogerlo…

– «¿Letrada MONTERO?…

-Mmmmmmmmsi???

-La Sala está constituida, le estamos esperando. Su cliente, la Sra. Ropper está desazonada. ¿Qué le queda?

Era la tercera vez en seis meses q me ocurría. No sabía a ciencia cierta si era debido al estrés emocional o al laboral.

Ya mi buena amiga Carmen Carbonell me había advertido de la necesidad de organizarme con una agenda física, una donde se viera en tamaño 36 courier las fechas de los señalamientos y mi hermana digital en ello no le iba a la zaga, no. Ambas me alentaban a tomar rabillos de pasa. En realidad, no ocultaban su verdadera preocupación: estaba dejándome abandonar por la desidia y el desorden mental, en una continua desazón por no poder tener lo que quería en lugar de querer lo que podía tener…

No, no era domingo, era lunes, “malditos sean los lunes y los mojitos a destiempo” pensé, y argumentando una mentira creíble le hice pensar a la agente judicial q había tenido un problema con el coche.

¡Qué excusa más burda!, impropia de una mente imaginativa como la mía. Si en lugar de eso le hubiese dicho la verdad, que estaba dormida, resacosa y hecha unos zorros, seguramente la agente judicial se hubiese echado a reír y me habría apremiado con tono burlón y empático a que me dejara de guasa y viniera presta, rauda y veloz. En su lugar, gruñó entré dientes mascullando un “dese prisa”.

Mildred estaba sentada sola en uno de los maltrechos bancos situados justo a la entrada de la Sala de vistas. George se encontraba a bastantes metros de distancia, en la antesala que ocupan en ocasiones testigos y peritos. Estaba con su abogado, guardaba un enorme parecido con mi amigo Luquitas. Todo aquello me estaba pareciendo muy extraño. A medida que me iba acercando, comprobé con estupor que su abogado no es que se pareciera a mi Lucas, ERA LUCAS!!!! Pero, ¿qué hacía Lucas en Torremolinos?, ¿de qué conocía a George? Todo aquello era muy extraño, más que extraño, onírico.

Conocía a los Roppers desde mi infancia, ese matrimonio tan “extrañamente” avenido.

Geoooooorge (era así como ella le llamaba continuamente) era socarrón, vago, torpe y patán, para el que su máxima aspiración consistía en sentarse ante el televisor con una lata de cerveza y tomar el pelo a Mildred.

Pero Mildred tampoco era una esposa abnegada, no crean, ante la actitud de George ella mostraba una fingida pose histérica, más que nada para fastidiar al flemático de su esposo, a quien continuamente apremiaba y regañaba como si fuese un adolescente atolondrado.

Eran tan, tan, tan distintos entre sí, más que distintos tan contradictorios sus pareceres que, al fin y a la postre, terminabas viéndolos como las dos caras de una misma moneda. Habían conseguido durante tantos años compartir sus continuos reproches y puyas que difícilmente podía hacerme a la idea de verlos separados, porque se fagocitaban el uno del otro, se retroalimentaban de tal manera que para mi ninguno tenía entidad propia si no venía acompañada del otro.

Estaba claro que me había equivocado, pues allí estaba Mildred, con su impecable traje de corte inglés y al otro extremo, junto a Lucas, George, quien, al verme atravesar el vestíbulo hacia la Sala de vistas a fin de encontrarme con Mildred, dirigió la mirada hacia una parte concreta de mi anatomía que no me pasó inadvertida, al tiempo que enarcaba las cejas en un gesto de complicidad hacia mi compañero que, lejos de admitir tamaña grosería y torpeza, le reprobó el gesto.

-Mildred, perdóneme, he tenido un pequeño problema –le espeté-.

-Abogaaaaaaada (el tono era del mismo nivel de afectación que el que utilizaba para hablar con su marido, lo que hizo que me pusiera en guardia), no se preocupeeeee, la agente judicial yaaaaa me ha informaaaaado de su taaaaaardanza. No entiendo por qué ustedes son tan elásticos con la puntualidaaaaaad.

(Yo iba a contestarle eso de la flema británica, que tampoco era muy entendible, pues a mi parecer más que sangre tenían horchata, pero no era el momento de sacar carácter ni reivindicar lo propio cuando no se trataba de una falta de puntualidad, era un retraso en toda regla).

La vista había sido convocada tras unos dos meses desde la interposición de la demanda de divorcio por George.

Los Roper no tenían hijos en común, tenían nacionalidad británica y residían en España desde 1976.

No había dudas acerca de la competencia de los Tribunales españoles ni tampoco de la ley aplicable, según el Reglamento Roma III, en el que, en defecto de elección por las partes de la ley aplicable, el divorcio se regirá por la ley del Estado en el que los cónyuges tengan su residencia habitual en el momento de la interposición de la demanda (entre otras).

No, no tenía dudas sobre eso, las tenía precisamente por la existencia de la vista. ¿Para qué convocar a las partes dada la innecesariedad de la misma? Habían transcurrido más de tres meses desde la celebración del matrimonio, no se reclamaban entre sí pensiones de ningún tipo ni se había reconvenido… Claro que no podían las partes transigir sobre su estado civil, pero por qué no había sido firmado un convenio regulador donde precisamente se estableciera eso, que convenían no tener nada que reclamarse para luego acudir al Secretario-a, perdón, Letrado-a de la Administración de Justicia. O por qué no acudieron a un Notario? A mi todo eso me estaba pareciendo muy raro, tanto o más que los sujetos activos de ese procedimiento, casi más que encontrarme con Luquitas de contrario…

De repente, aquél sonido atronador del móvil me hizo hilvanar una a una cada contradicción. Los Roper no existían!!!!!, eran George y Mildred, los viejecitos mal avenidos, vecinos de aquel soltero de “un hombre en casa”… Aquella música y el Thames…

https://youtu.be/zwyFc7RAXdU

– «¿Letrada MONTERO?…

-Mmmmmmmmsi???

… … …

Sí, era del juzgado, pero eso, como saben, es otra historia.