-“Este es el servicio automático del servicio de guardias y asistencia a detenidos. Se ha intentado contactar con su teléfono a las 05.35 del día 04/01/2017. Le rogamos que se ponga en contacto con Policía, Brigada de Extranjería y Fronteras del Aeropuerto de Málaga”- sonó una alocución en medio de la madrugada.

Debía de ser un error, porque no recordaba que estuviera de guardia ese día, así que eché mano del ordenador, de la tarjeta criptográfica, del lector y, voilá, no estaba de guardia. No obstante, desvelada por el error, contacté con el aeropuerto para notificar que el programa había cursado una solicitud a un Letrado que no era el designado para la guardia.

-“Aquí extranjeros, al habla el inspector Cursac… No, no está usted de guardia, ha sido designada expresamente por el extranjero que está aquí retenido. Dice llamarse Baltazá, desconocemos nacionalidad, ha sido interceptado en el control de frontera al portar en la maleta un objeto con una sustancia viscosa desconocida que ha sido entregada a policía científica para su identificación, análisis y pesaje. Estamos preparando el atestado, procederemos a incoar expediente de iniciación del procedimiento preferente de expulsión e interesaremos como medida cautelar el internamiento en un CIE… No, no, no acredita domicilio fijo o estable conocido en España, no, tampoco arraigo. Alega, eso sí, una causa excepcional a tener en cuenta que permita valorar otra consideración diferente a la expulsión, sí, pero eso ya lo tratamos cuando usted se persone, Letrada”.

Esto último lo dijo con cierto retintín, que me pareció hiriente e innecesario en esos momentos.

Mi sistema nervioso no estaba preparado a esas horas de la madrugada para procesar información alguna, era incapaz de elaborar una respuesta motora y mental adecuada, así que me limité a decir que estaría allí lo más pronto posible.

Estaba claro que la acción de la “sinapsis neuronal” en la transmisión de la información en mi caso era de inhibición, pues estaba totalmente bloqueada. Es más, no tenía almacenado en mi sistema nervioso información alguna del tal Baltazá, porque al único que yo recordaba en esos momentos era a un Rey negro, al que solía escribirle todos los años…

Baltazá usaba una vestimenta algo peculiar, parecía sacado de la modista Sara Luque; llevaba un traje de seda color mandarina con tiras bordadas en dorado y una capa damasco en color marfil y capelina blanca. Habría jurado allí mismo que el personaje en cuestión no era ni más ni menos que un actor contratado por la Concejalía de Fiestas y el presidente de la Agrupación de Cofradías de Málaga para salir en cabalgata, pero la cara  avinagrada del instructor no me dio pie a hacer derecho creativo ni a lo zaino.

Y si caricaturesca era su apariencia externa, lo que argumentó después no le iba a la zaga en esperpéntico. Baltazá provenía de Oriente, pero era incapaz de recordar, después de 2017 años de vida, el lugar concreto de su origen. Argumentaba ser Rey y rey Mago, lo que añadía como una plusvalía a su persona, pero mago no en plan  Juan Tamariz –él no jugaba con los naipes ni sacaba conejos de chisteras ni monedas de las orejas- del que había oído hablar hacía años; tampoco se asemejaba a Anthony Blake, pues no sometía a la gente a pruebas mentales de ningún tipo en el que, finalmente, de lo único que pudieran estar seguros es de su propia mente. Más bien, en su caso, su mera existencia estaba basada en el deseo mismo de los demás, de millones de niños y niñas del mundo entero que cada año, de forma pertinaz e impenitente, dirigían una carta repleta de deseos y buenas intenciones.

Le pregunté quién le había recomendado que le asistiera yo, pues no recordaba que le hubiese asistido con anterioridad o que nos conociéramos de antes y sin cortarse un pelo me espetó: “ay, habibi, porque tú siempre me escribes a mí”.

Llegados a ese punto no me atreví a preguntarle por la sustancia viscosa y dorada no fuera a argumentar que era mirra.

Me dirigí al instructor con cierto recelo y preocupación a partes iguales y le solicité entrevistarme en su despacho, en privado, pues quería intercambiar con él cierta información.

-Sr. Cursac, tenemos un pequeño problema. Un problema de identidad anejo a otro de inmunidad de jurisdicción.

Cursac demudó…

¿Recuerda usted el Auto de 26 de julio de 2010, dictado en Huelva por el Magistrado de instrucción núm. 4, en las Diligencias Previas 1861/2010?- dije yo sin ambages ni circunloquios.

-¿A dónde quiere ir usted a parar, Letrada? No me venga con jurisprudencia menor que su cliente tiene menos papeles que un grillo y encima, si sigue hablando, más que al CIE vamos a solicitar un internamiento no voluntario en un centro psiquiátrico, eso a expensas de lo que diga científica, pues a ver qué diantres es esa sustancia viscosa que todo parece indicar que es mdma.

-“A ver, a ver, hoy es día cuatro de enero, este ciudadano cuyo origen oriental no está determinado dice llamarse Baltazá, argumenta ser rey y rey mago. Tenemos serias dudas de su identidad; bien, imagínese que se trata del Rey mago Baltasar, estaríamos como dice esa resolución ante un supuesto de inmunidad de jurisdicción que impediría la acción de los Tribunales españoles. De otro lado, piense conmigo, hace más de dos mil años que no se resuelve la polémica en torno a su verdadero país de origen, dígame entonces si no es un hecho imposible su expulsión, no cabe retorno a ningún sitio. Carece de documentación, no le constan antecedentes aquí en España y la sustancia viscosa esa de la que usted habla, pues igual hasta es mirra… Piense por un momento, ¿cabría acreditar en este caso una causa excepcional a tener en cuenta que permita valorar otra consideración diferente a su expulsión?… Piense por un momento -volví a repetir- en el interés superior del niño, en consonancia con la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que como sabe es una consideración primordial de los Estados miembros al aplicar la Directiva de retorno. Imagínese usted el titular en la Opinión de Málaga “detenido el Rey Baltasar” “los niños se quedan sin cabalgata”…

La cara del instructor enrojeció hasta el límite de las orejas y temí una arenga incendiaria por su parte. Se recompuso durante unos instantes y se volvió para el interfono.

-Rodrígueeeeeez, páseme con el Juez de Guardia, con la Concejalía de fiestas, con la Agrupación de Cofradías y tráigame dos cafés, haga usté el favor.

¿cómo lo quiere, Letrada? -Dijo con el mismo timbre de voz autoritario-

-Con leche de soja –dije con un hilito de voz imperceptible.

El juez de Guardia argumentó que si no se interesaba internamiento alguno carecía de competencias sobre al asunto y que tratándose de una cuestión administrativa el cauce debía ser otro, a salvo de que efectivamente la sustancia interceptada fuera de las que causaban daño a la salud.

El laboratorio químico-toxicológico de la Brigada de Policía científica de Málaga emitió informe acerca de la sustancia aprehendida, concluyendo que la sustancia de naturaleza mineral de color pardo-rojiza, que arrojaba un peso neto de 508,09 gramos y que había sido sometida a análisis organoléptico, colorimetrías, análisis cualitativo por cromatografía de gases, por espectrometría de masas y por cromatografía de gases con detector de ionización de llama, había arrojado un resultado negativo a cualquier compuesto tóxico, siendo a todas luces mirra.

La Agrupación de Cofradías y la Concejalía de Fiestas se mostraron al unísono conformes con la contratación de Baltazá como Rey Mago, ya que así se quitaban de un plumazo la ardua tarea de organizar tal asunto y determinar qué  concejal asumiera el cargo.

Y, finalmente, Baltazá asumió el compromiso de marcharse el día 7 de enero con el pasaje a Egipto, cuyo coste fue asumido por Asuntos Sociales y Stop Racismo.

Me quise despedir de él, pero iba en volandas entre la concejal y el presidente de la Agrupación de Cofradías, más contento que yo con un bocata de lomo.

Volví tras mis pasos y me percaté de que me había dejado el maletín y el bolso en el despacho de Cursac, así que entré para recogerlos y allí estaba el agente, redactando lo que pensé que era la minuta a la que se refiere el artículo 294 de la lECr, una especie de relación verbal circunstanciada de los hechos.

Sin embargo, lo que estaba escribiendo era algo que no iba  dirigido ni al Ministerio Fiscal ni al Juez de instrucción, sino al mismísimo Baltazá, pero eso, eso es otra historia…

 

 

Este post va dedicado especialmente a mi amigo Jorge García Herrero, una estupenda persona y un brillante profesional al que todos debieran seguir https://jorgegarciaherrero.com/blog y al que autorizo expresamente a que lo enlace con su web como regalo por Navidad.