La primera vez que le vi allí sentado, solo, en la antesala del Juzgado de guardia, pensé que se trataba de un perjudicado. Entiéndanme, no por la bebida, válgame Dios, sino de un damnificado por un acto delictivo.

Llevaba una camisa blanca, de un níveo que hasta hacía daño, con un bordado de un caballito azul jugando al polo, vaqueros y zapatos náuticos marca Sebago. Con su pelo ensortijado y milimétricamente desordenado parecía un muñequito de tarta.

Los Letrados de oficio en funciones de guardia acudimos al Juzgado a primera hora de la mañana, antes del horario de apertura de atención ciudadana, en el instante en el que llegan detenidos y atestados, al objeto de ilustrarnos sobre el contenido de los mismos, informar a los imputados/detenidos e imputados no detenidos acerca del asunto y así prestarles una mejor asistencia en su declaración.

Me llamó la atención encontrarme en el recibidor, sentado en uno de los bancos, a aquél personaje, no sólo por lo imprevisto de la hora, sino también, por el porte de la misma, el empaque y el figureo.

Ese día, martes de un 22 de julio de 2008, hacía un calor insufrible, por lo que tanto mi compañera como yo nos miramos horrorizadas al ver el listado. Cinco alcoholemias, dos violencias de género y una falsedad documental. Al parecer, el sujeto, portaba un permiso de conducir falso, con su nombre y una fotografía; se hacía constar en el atestado que en el momento de la detención, le fueron encontradas dos tarjetas de la de la Guardia Civil, una de identidad profesional, concretamente de la unidad central operativa, figurando como sargento y otra de aparcamiento de visitas de la Residencia Militar Castañón de Mena.

La foto de aquel sujeto vestido con uniforme militar me era familiar… Era el mismo que había visto al entrar, pero sin su uniforme y medallas.

Procedimos al reparto de asuntos y me fueron asignados dos alcoholemias, una violencia de género y la dichosa falsedad documental.

El temor de mi compañera y el mío no era baladí, evidentemente si el infierno existe se ubica en los calabozos de los Juzgados de Instrucción de Torremolinos.

El calor era insoportable, pero el hedor nos hacía demudar, así que de vez en cuando íbamos saliendo para tomar aire y adentrarnos en la salita dispuesta para los agentes que se encargan de los traslados, que aunque estrecha, incómoda y con un mobiliario típico de “esta casa es una ruina”, al menos gozaba de TV y sobre todo y lo más importante, de aire acondicionado.

Fueron pasando a declarar todos aquellos imputados detenidos, víctimas, testigos… y aún no había tenido tiempo de echarle un vistazo al atestado de la falsedad, sólo por encima había hojeado las actuaciones.

No me preocupaba demasiado pues aún debía de ser recibido vía fax (creo que es lo único que de verdad funciona en la guardia) el informe de los peritos de la Benemérita, especialistas del departamento de Grafística del servicio de Criminalística para determinar la validez de las tarjetas.

Entre tanto, ya había conformado las dos alcoholemias, teníamos orden de protección en uno de violencia de género y en el otro, la víctima se había acogido a su derecho a no declarar. Así que, mientras mi compañera asistía en declaración a uno de los encartados en una alcoholemia, que en la prueba no dio positivo, sino error, me encaminé hacia la sala de espera para intercambiar opiniones con mi cliente.

Figuraba en el atestado que, en la madrugada del 22 de julio, fue interceptado por los Agentes de la Guardia Civil en el Puerto deportivo de Benalmádena, en el interior de un vehículo matrícula M 30217 XS y portando un permiso de conducir falso con su nombre y su fotografía, interviniéndosele además otras dos tarjetas de la Guardia Civil, una profesional, como sargento de la unidad central operativa y otra de aparcamiento…

Antes de comenzar a hablar, Francisco me hizo una pregunta que me puso en alerta, no por el contenido de la misma, sino por el tono, la declamación y la afectación que puso al decirlo:

-“Letrada, usted está bajo secreto profesional, ¿cierto? Es decir, que todo lo que yo le comente no podrá salir de aquí, ¿no?».

Le contesté al unísono que, de tanto ejercitar el olvido, no recordaría nada de aquella conversación.

Así, pues, comenzó por relatarme que estaba adscrito a la unidad central operativa en una investigación encubierta. Sólo su comandante sabía de la misión. Al parecer, estaba investigando a una red dedicada al tráfico de drogas que operaba en Alicante, Málaga, Algeciras, Melilla, Granada y Jaén. Esa madrugada estaba vigilando a una persona de origen magrebí con amplio historial delictivo que se había trasladado a Benalmádena, cuando fue interceptado por dos oficiales, compañeros suyos…

Toda aquella historia me parecía veraz, pero no entendía muy bien por qué iba con una documentación falsa, al menos la de conducir y le pregunté si también lo era la relativa a su identidad profesional.

Me contestó afirmativamente, pues me insistió en que nadie, absolutamente nadie salvo su comandante, sabía que estaba allí.

Le pregunté si eso era normal a lo que me contestó negativamente, que ese caso era especial porque habían implicados ciertos mandos del cuerpo.

La historia parecía veraz, así que pedí su permiso para entrevistarme reservadamente con el Juez de Guardia y prevenirle de la situación. Pues Francisco –su nombre real no me lo dijo- de ser cierto el relato, había sido descubierto y la operación podría irse al traste.

Cuando entré en el despacho de su titular, para mi sorpresa, me estaban esperando S.Sª, el médico Forense, la Secretaria Judicial, la tramitadora procesal y un individuo de aspecto grave y reservado que confundí con un imputado. Pero ni era cliente mío, ni estaba allí mi compañera…

“Letrada, hemos recibido el informe pericial que esperábamos del departamento de Grafística del servicio de Criminalística”.

Eran diecisiete páginas, sólo me dio tiempo a otear las conclusiones:

“El permiso de conducción remitido con número 02.002.002, a nombre de Francisco Segura Arcada es FALSO. 

La tarjeta de identidad de Guardia Civil –Unidad Central Operativa- a nombre de Francisco Segura Arcada es FALSA.

Las dos tarjetas plastificadas color blanco de “aparcamiento vehículo oficial M 30217 XS” de la Guardia Civil –Comandancia 111 Madrid, la tarjeta plastificada de aparcamiento de la Residencia Militar Castañón de Mena V-289 y la tarjeta con anagrama de la Guardia civil y número 1789-M, son documentos inventados y, por lo tanto, FALSOS”.

Las mayúsculas sobresalían como un reclamo –en su sexta acepción-, parecían expresar más que una llamada de atención un sentimiento de irritación, crispación o disgusto.

Pero no me dio tiempo a recrearme, pues seguidamente me explicó, con el continuo asentimiento del Forense, que mi cliente padecía un síndrome paranoico puro e irreversible con tintes narcisistas, caracterizado por delirios de interpretación, de grandeza y con un discurso razonado que daba apariencia de verdad a su relato.

Se trataba, sin duda alguna de una persona muy inteligente y de apariencia normal. Eso era evidente.

Las diligencias fueron archivadas y Francisco fue llevado por quien al parecer era su padre, a la sazón, Comandante de la Guardia Civil, servicio de información, al centro de internamiento donde desde hacía un par de años recibía tratamiento.

Tras varios meses del suceso, el viernes 3 de octubre de 2008 una noticia me llamó la atención y me hizo saltar de la silla del despacho, la publicaba el mundo:

«La Guardia Civil ha desarticulado una de las redes de narcotráfico más importantes de España con la detención de 44 personas en Alicante, Málaga, Algeciras (Cádiz), Melilla, Granada y Jaén.

A esta red, dedicada al tráfico de drogas entre la Costa del Sol y distintos países de la Unión Europea, se le imputan delitos de asociación ilícita, contra la salud pública, tenencia ilícita de armas, falsificación de documentos públicos, blanqueo de capitales, atentado a Agentes de la Autoridad, contra la seguridad del tráfico y robos con violencia.

Según informa la Guardia Civil, hay 44 detenidos y 11 imputados , de nacionalidades marroquí, española, palestina, francesa, holandesa y gibraltareña y se han intervenido más de 3 toneladas de hachís y 3 kilos de cocaína, así como 16 vehículos, 2 embarcaciones y 4 motos náuticas utilizados para el transporte de las sustancias estupefacientes.

Con esta operación ha quedado totalmente desarticulado este grupo delictivo, desde los responsables de la adquisición de la droga en Marruecos hasta los encargados de su distribución y venta al menudeo.

Las investigaciones se iniciaron en el mes de octubre de 2007 cuando el Equipo Contra el Crimen Organizado (ECO) de la Guardia Civil de Málaga, pudo averiguar que una persona de origen magrebí con amplio historial delictivo se había trasladado a la Costa del Sol, ante la presión policial en su lugar habitual de residencia en Torrevieja (Alicante).

Ante las sospechas de que el mismo continuara con su actividad delictiva en este nuevo lugar, la Guardia Civil estableció un dispositivo de vigilancia que permitió detectar que mantenía frecuentes contactos con personas relacionadas con el narcotráfico a gran escala.

Estas personas estaban integradas en un grupo que desarrollaba una importante actividad delictiva y disponía de una estructura con un núcleo central y tres células independientes entre sí.

El núcleo central era el encargado de adquirir la droga en Marruecos y organizar los alijos desde España, y las tres células estaban estructuradas y organizadas para desarrollar labores de distribución a distintas escalas.

Una de las células estaba compuesta íntegramente por ciudadanos de origen magrebí, que se encargaban de la adquisición de la sustancia estupefaciente en Ceuta y Marruecos, introduciendo la misma en la península mediante la utilización de los vehículos preparados para su transporte o mediante la ingesta de dicha sustancia vía oral.

Una vez entregada la sustancia estupefaciente en la península, el jefe de la organización disponía su venta a los integrantes de otra célula asentada en Málaga y Melilla, dedicada a la distribución y venta al menudeo.

Los máximos responsables de la organización, con los beneficios de su actividad ilícita adquirían importantes propiedades en sus países de origen, gastando igualmente relevantes sumas de dinero en la Avenue Montaigne de Paris (Francia), donde se proveían de ropa de diseñadores internacionales, joyas y otros efectos de gran valor.

Apenas unos segundos de conversación, entre horas y horas de pinchazos telefónicos hicieron sospechar a los investigadora que aquella referencia a «Padre»escondía algo que no podían dejar pasar. «Padre», para sorpresa de los investigadora ha resultado ser el coronel Fernando Jacaranda Segura, colaborador de la organización en el pasado e imputado por ello en el Juzgado de Instrucción…»

¿Casualidad? … Pero eso… eso es otra historia.