31 marzo, 2020
“La muerte golpeará con su miedo a aquél que turbe el reposo del faraón”. Al igual que Sherlock Holmes, llegué a pensar por aquellos días de octubre que no era buena cosa remover a un muerto de su eterno descanso, y me vino a la cabeza la retorcida idea de que un virus o bacteria tóxica habría sido colocado con bastante mala condición en la tumba del dictador para castigar a quien perturbara su descanso eterno. Ya, ya sé que voy sobrada de imaginación, como también que hay que tener cuidado con lo que se piensa porque puede hacerse realidad. La cuestión es que no me pareció buena cosa el traslado, la parafernalia y puesta en escena y el gasto que suponía y, sobre todo, para qué negarlo, porque soy un poquito (lo justo) supersticiosa. El verano se negaba a abandonarnos y Greta Thunberg con bastante histrionismo se empecinaba en salvar al planeta de la maldición del cambio climático. Como hija y nieta de actores la puesta en escena comenzó con un gesto simbólico de huelga escolar y una postura de oposición desafiante, todo ello con el fin de que se redujeran las emisiones de carbono. ¿Qué pensaría aquella niña sobre los efectos nocivos de exhumar a un finado después de casi cuarenta y pico años en un mismo sitio? Porque, eso de que polvo somos y en polvo nos convertiremos está muy bien, bíblicamente hablando, pero hete aquí que, digo yo, que de química sé lo justo (mezclar aceite y vinagre, no mezclar la levadura con la sal, un gin tónic…), que el cadáver, una vez exhumado, liberaría compuestos a base de carbono, amoniaco, cloruro, sulfato, sodio, potasio, o qué se yo. Creo que nadie pensó en aquello que se nos avecinaba, ni siquiera Greta. Al decimotercer día de confinamiento, se me vino a la cabeza que todo eso del covid19 no era más que una maldición del Dictador, hecho que me fue revelado en sueños por Charitrini, esa mujer oronda que siempre está cuando menos se la necesita. Reconozco que la noche anterior no comí setas, pero sí di con casi todas las existencias que había guardado celosamente de ozelito. Claro, de ozelito y de Pesquera, que el jamón sin vino es como ir pa ná, qué tontería. Esta vez, Charitrini iba vestida de un negro impoluto de cabeza a pies, con unas gafas de buzo y unos guantes de látex del mismo color que sus ropajes. Lo que no había cambiado era su sempiterna mala leche, pues me despertó como sólo ella sabe hacer, de un guantazo de oreja a oreja. -Pero, pero… balbuceé. -¡Ni peros ni manzanas! Declamó a grito pelado. Levántate que he de contarte algo. Pon atención. Hace aproximadamente cuatro meses, veinte días y dieciséis horas que Franco fue exhumado del Valle. Lo sé porque lo vi en el canal 13TV, fue una operación bien orquestada, pero pocos calibraron los efectos nocivos que todo aquello podría acarrear. Están intentando vender que es el murciélago