Toda buena historia que se precie comienza con un “érase una vez”, lo sabemos bien los que hemos leído y nos han leído cuentos. Y es que estas tres mágicas palabras nos remontan a nuestra más tierna infancia y a un mundo lleno de color y fantasía. 

Yo no sé si la historia que estoy a punto de contarles es buena, pero como diría Umbral, yo he venido, mejor dicho, he vuelto, para hablar de lo mío, de historias… Y esta vez me moría de ganas de empezar haciendo uso de este malabarismo verbal.

Éeeeeeerase uuuuuna vez, en un lugar de cuyo nombre no puedo acordarme y donde el tiempo era medido por los intervalos de tendencias o “trending topics”, que había una mujer de edad difícil de determinar cuya única dedicación consistía en ver la vida, observarla y retratarla.

Difícil de determinar, básicamente, porque su mirada ávida de curiosidad cohonestaba mal con las arrugas de su rostro y aquellas canas incipientes y erráticas. No obstante, sin temor a equivocarme podría decir que el rango de edad física rondaría entre los 45 y 55 años.

Era lo que se conocía como “freelance”, que suena con bastante mejor empaque que “autónoma”. “Iba por libre” no suena tampoco tan mal, pero da lugar a interpretaciones sesgadas como “ir a lo suyo” que, ahora que lo pienso detenidamente, tampoco resulta desacertado.

Pero freelance ¿de qué?,se estarán preguntando. 

Redactaba con periodicidad mensual un blog sobre temas de lo más variopinto a los que acompañaba con fotografías para enfatizar el asunto en cuestión y ,sorprendentemente para ella, le pagaban por ello: por decir y opinar en cada momento lo que pensaba que, en ese momento y en ese lugar, ya era un acto revolucionario.

Y aunque algunas veces podría parecer del todo inocua, como cuando hizo una reflexión sobre la incidencia de la ingesta de azúcar en la dieta a muy tempranas edades y a cuya entrada acompañó una fotografía de un infante cercano a los siete años con una caries generalizada en los dientes incisivos centrales, laterales y caninos, no pasó desapercibida ni para la industria azucarera ni para la de golosinas que se apresuraron a bombardear las redes sociales con la etiqueta #azúcar.

“Por qué es buena para el organismo la ingesta de azúcar”, “los 10 beneficios que no conocías del azúcar”, “el lado bueno del azúcar”, “las propiedades del azúcar”, “descubre lo que te aporta el azúcar”…

Acción/reacción, repercusión, como la canción “moving” de Macaco o la tercera ley de Newton, sí.

Pero esta vez se traía entre manos algo más jugoso y más arriesgado a la vez. Porque una cosa era hablar del azúcar, un tema aparentemente inocente, y otro muy distinto lo que parecía iba a ser la bomba de aquel verano.

Charitrini, la otrora pop star ochentera, a sus 70 años había sido madre por gestación subrogada. Paco, el marido abnegado de la política más influyente del país, se había fugado meses antes con su entrenadora personal y Antonio, el actor más prometedor de las pantallas había declarado en sus RRSS, en un alarde de modernismo, sentirse una medusa; incluso, careciendo de todo reparo, publicó un vídeo desnudo dando picotazos y lametones a todo el que se puso a tiro como prueba viva de su íntima convicción.

A fin de cuentas, ¿quién éramos los demás para juzgarle? Decía el tipo, si él se auto percibía como medusa, su percepción estaba por encima de los sentidos, incluso del común aunque éste nos hubiese abandonado hacía mucho.

No era de extrañar que con esos mimbres, hablar acerca de estos asuntos, aun dándole un toque impersonal o neutro haría florecer todo tipo de odiadores profesionales, se dijo. Esto no es como el azúcar. 

Y aunque en cierta medida le importaba poco (o muy poco) el circo de payasos, malabaristas y leones que se montaría alrededor del artículo, la cuestión crematística era otra. A fin de cuentas, su “libertad” estaba condicionada a los avatares de la “línea” del equipo de dirección.

En su mente se pusieron en marcha los mecanismos neuronales subyacentes a la toma de la decisión, dando juego a múltiples y diversas variables. 

Con luces de neón se representaba en su cerebro el musical “LA AUTOCENSURA”, siendo ésta la que se deslizaba por las escaleras cuál Madonna empujando a su paso cualquier opinión razonada del asunto a tratar.

“¿Por qué una mujer de 70 años no puede ser madre y un señoro sí? Y, además, ¿es que acaso ese hijo no va a ser más querido y deseado?” 

-“Pero, alma de cántaro, haz las cuentas, que cuando ese hermoso bebé comience a dar tralla, van a hacer carreras de tacataca. Este asunto hace aguas.. -La autocensura se deslizaba a golpe de cadera y atusándose el pelo, obsequiando con mirada oblicua la opción descartada-

“Ya, ya. Pero piensa en esos padres jóvenes e irresponsables, inmaduros de manual, que no educan a sus hijos. Que los tienen como una suscripción al «National Geographic” y que para que no les incordien lo colman con toda suerte de dispositivos electrónicos!!. Una señora ya madura tiene todo el tiempo del mundo para educar a ese bebé, no crees!?”. 

-“Sí, claro, visto así, piensas que es mejor calidad que cantidad. Pero el tema es aburrido y manido. Sigue haciendo aguas. Tú habla del azúcar, sigue así, anda, que lo de los hijos a edades maduras no interesa ni al Inserso».

“Pero, ¿no crees que es sexista criticar a esta mujer? El asunto tiene su enjundia entreverada. ¡¡¡Vamos a ver!!!!, es una prueba más del feminismo y su liberación. No se plantea el mismo debate si él es el señor mayor. Mira, ahora que lo pienso, este tipo mayor que canta va a ser padre y tiene la misma edad. ¿Te das cuenta?”

-“Pffff, quita, quita. Aburres a las ovejas”…

Descartó el tema de la gestación. Colapsó con tanta sinapsis neuronal. 

“Mejor lo de Paco. Aquí no hay disputa que valga”, dijo en voz alta para auto convencerse.

Pero una risa interior sardónica pronto le empezó a bombardear con otras tantas variables sobre el asunto. 

-“Nena, ¿en serio? Te planteas de verdad hablar sobre la crisis de los 50 y la tan manida puesta de cuernos con la jovencita que tienes a tiro de piedra!!? Pero si eso es más antiguo que el hilo negro!!!!!!”

“A ver, a ver, que el matrimonio era modélico, ojo. Que eran la personificación de la pareja feliz!!!. Que 20 años no serán nada, pero éstos acaban de celebrar su 35 aniversario…”

-“Pareces nueva. A todas luces decías que era impostado, forzado. Te autoengañas, te autosaboteas -dijo con evidente mala leche-. No seas mediocre. Ese tema importa un pimiento y recuerda que el chavó es primo segundo de la mujer del adjunto en la editorial, con el que te recuerdo tuviste un enganche las pasadas Navidades, que te valió una amonestación”.

“No, si todavía te agradezco que me recuerdes el episodio… Descartado, descartado”

-“Pues si crees que hablar de Antonio es mejor idea te equivocas”. (Ahí le dio el tiro de gracia)

Ella seguía deslizándose a solaz, la autocensura, ayudada por la amígdala, pensó nuestra protagonista que, ahora que lo pienso, no he dicho su nombre: Aixa. (Sí, Aixa, no Axa, seguros, como solía decir cada vez que tenía que explicar el significado de su nombre y su origen).

Se sintió mareada. Su frecuencia cardíaca y su presión arterial iban a galope.

Comenzó a sudar de forma repentina. La concentración de dióxido de carbono en la sangre disminuyó a consecuencia de la hiperventilación, sintiendo cómo se estrechaban sus vasos sanguíneos y cómo el flujo de sangre al cerebro se ralentizaba.

Conocía esos síntomas. Le eran familiares.

Intentó refrescarse en el lavabo del baño de manera infructuosa, pues, del impulso repentino para alcanzarlo, cayó al suelo a plomo.

Al cabo de unos minutos vino en sí. Lo que creyó que era su voz interior le espetó con cierta dosis de dramatismo: «¡chica, qué muerte más tonta ibas a tener! ¡¡¡Q poco glamour, morir así, despatarrada y con esa mueca grotesca en la cara!!!!”.

Se levantó, recuperando su dignidad, alcanzando esta vez sí el lavabo para refrescarse la cara.

“Por qué en tu mundo la gente en lugar de auto percibirse medusa no se auto percibe jubilado!? Te imaginas el chollo? Barra libre en casi todo!!! Eso de ser ameba yo no lo termino de ver, ya te lo digo. Tú que opinas?

Pero vamos, que lo de la septuagenaria madre por gestación subrogada y lo de Paco no le va a la zaga, no.

En tu mundo pasan cosas graggggraaaas gragggggraaaas! Pero ya te iré preguntando para que me vayas poniendo al día, esto va ser divertido…”

Era la misma voz que segundos antes le había arrancado del ensimismamiento. Provenía del otro lado del espejo, de esa chica, la del espejo.

Definitivamente, ¿su cerebro había colapsado o, por el contrario, se habría activado el sistema reticular activador ascendente proporcionándole así una salida a lo que estaba deseando?

Cualquiera sabe, pero eso, como os podéis imaginar y habréis intuido, es otra historia.

La foto que ilustra. entrada es de Bekah Russom, vía unplash, a quien agradezco su generosidad.