El calor afuera era insoportable. Hacía mes y medio que habíamos entrado de lleno en el otoño y aún no nos había dado tregua el termómetro.

En el despacho más que calor, padecía los estragos de un sopor pertinaz del que me arrancó de cuajo y sin preaviso el sonido del móvil.

-¿Abogada Mª Jesús Montero? – oí un hilo de voz de un interlocutor de cierta edad.

Me identifiqué como tal y mi interlocutor pasó a exponerme la razón de su llamada. Había interpuesto una denuncia –no me dijo contra quién ni por qué- y quería ser asesorado sobre el procedimiento a seguir. No preguntó acerca de los honorarios. Parecía importarle más entrevistarse conmigo y despejar sus dudas, como si con ello éstas y el problema que se traía entre manos fuese a ser despejado.

A mí desde luego me despertó la curiosidad y logró que saliera de letargo en el que me encontraba…

José era de profesión hamaquero, “¡a mucha honra!” –y es que en su alocución acerca del porqué de su visita, al menos me lo espetó como un mantra varias veces. Parecía como si sintiera la necesidad de reivindicarse.

Claro que, nosotros, los juristas, en un alarde de presunción, diríamos que José era titular de una concesión administrativa de carácter temporal que tenía por objeto la ocupación de zona marítimo-terrestre mediante la colocación de hamacas y parasoles. Pero él zanjaba la cuestión con un simple “hamaquero, a mucha honra” que no sólo cubría con creces el circunloquio anterior, sino que además resultaba más castizo.

José ocupaba la zona marítimo-terrestre con no menos de 150 hamacas con sus correspondientes sombrillas (unas 80 aproximadamente) y lidiaba, con la soltura que da la experiencia de los años, con los turistas y los domingueros, a los que llamaba “ñúes”. No se engañen por la nomenclatura, porque a mí neófita en cuestiones de biología animal, el nombre me pareció tan tierno como un brioche, pero al ver la foto del desgarbado animal, de amenazante aspecto, melena enmarañada, barba puntiaguda y cuernos afilados y curvos, llegué a comprender en toda su dimensión lo que mi potencial cliente quería hacerme ver.

Según él, los domingos por la mañana eran lo más parecido al desembarco de Normandía, al primer día de rebajas en el Corte Inglés antes de dar el pistoletazo de entrada (no sé por qué dicen salida, si lo que se trata es de entrar) o a la galopada de una manada de búfalos americanos: una muchedumbre en busca de la hamaca más próxima al rebalaje.

Pero ese domingo de agosto se “torció la cosa”, según José, porque un dominguero no quería pagarle la hamaca y la sombrilla. Más bien, quería hacerle la ciaboga o la 13/14, aportándole como justificante para ocuparlas un tique del propio titular: “hamacas José Criado, concesión 74, Benalmádena Costa, 2 hamacas y una sombrilla 7€”.

El insistía en que ese tique no se lo había expedido él y que, por tanto, debía abonar las dos hamacas y la sombrilla.

A su vez, el dominguero en cuestión, acompañado de su señora, su suegra y sus dos hijos pequeños, se había atrincherado en las hamacas, tomando posesión de las mismas, colocando con precisión matemática las neveras azules –toda nevera de playa que se precie ha de ser azul, créanme, si no, no es nevera playera sino otra cosa, me remito al video de Dani Rovira al respecto, paisano de una servidora para más señas-, y sendos bolsos o canastos de mimbre en los que había un nutrido y complejo surtido de bártulos, de entre los que sobresalían toallas, gorras, chanclas y crema bronceadora.

A la vez que iba colocando semejantes pertrechos, y en un alarde de psicomotricidad, argumentaba a José su negativa al abono del alquiler de las hamacas. José, por el contrario, harto de la chulería de semejante mastuerzo, y al objeto de zanjar la cuestión de manera pacífica (“mire usté lo que a mi me habría apetecío era espetarlo con la sombrilla, pero por mis niños y por los suyos me dije que mejó que no”) solicitó los servicios de los vigilantes de la playa, agentes que sin pertenecer a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, sí ostentan funciones de policía, concretamente en las zonas costeras, siendo asimilados a agentes de la autoridad en el ejercicio de su cargo.

Los agentes poco o nada pudieron lidiar en la disputa acerca del abono de las hamacas, limitándose a levantar un “acta de intervención”, filiando a los interfectos, pero que sirvió de base a José para interponer la correspondiente denuncia.

Justo la que tenía, en ese momento delante…

 

Instructor 99873                   Atestado nº 57783/14
 En Torremolinos, siendo las 23.30 horas del día 17 de agosto de 2014, ante el Instructor y Secretario arriba mencionados.
—COMPARECE: En calidad de DENUNCIANTE, quien mediante Documento Nacional de Identidad 24.992.781-S acredita ser JOSÉ CRIADO DELGADO, español, varón, nacido en Cártama, el día 03/10/1953, hijo de José y Lucía, con domicilio en calle Andrés Segovia 10, puerta 2D, de Benalmádena, teléfono …————
—MANIFIESTA Y DENUNCIA LO SIGUIENTE: ————–
-Que es titular de la explotación de hamacas número 74 del término municipal de Benalmádena: “hamacas José Criado”.
-Que en el día de hoy, sobre aproximadamente las 12.30, Carmelo Díaz Mazarrón, varón, nacido en Córdoba, el día 11/09/1945, hijo de Carmelo y Manuela, con domicilio en calle Geranio nº 2, Badolatosa, Córdoba, ocupó las hamacas y sombrillas situadas en la segunda fila, empezando por el rebalaje, próxima a la zona común, negándose a su abono y aportando, como justificante de su negativa, un tique que ya había sido usado por otro usuario.
-Que el denunciante sabe perfectamente que no le había expedido con anterioridad el tique y que tuvo que cogerlo de la arena.
-Que en el tique está impreso en negrita y cursiva “personal e intransferible”, lo que indica que no cabe la cesión de la ocupación de la hamaca en cuestión a otra persona.
-Que sabe perfectamente que no le expidió el tique porque ese lugar había sido ocupado con anterioridad por otro usuario.
Que no tiene más que decir, firmando su declaración en prueba de conformidad, en unión del instructor. CONSTE Y CERTIFICO.
–DILIGENCIA DE REMISIÓN: En este estado las presentes se remiten al JUZGADO DE INSTRUCCIÓN Nº 4 DE TORREMOLINOS.
-El presente atestado se da por terminado, siendo las 00 horas 38 minutos del día 18 de agosto.
CONSTE Y CERTIFICO.

 

Sí, acepté el caso, porque no se trataba de una disputa por siete euros, era algo más. Lo que estaba en juego era la reputación, el orgullo y la dignidad de José y la desvergüenza de un tipo que se tiró a solaz, hasta el ocaso, en dos hamacas que no había pagado.

Huelgo hacer un panegírico acerca del trabajo de José, lo que sí quiero es hacerles reflexionar sobre bajo qué condiciones de sol de justicia una persona recorre una parcela de 150 hamacas de forma continua y constante, de cómo es capaz de memorizar aquello como un mapa de situación y relacionar cada hamaca con una persona determinada. ¿Estrategia?

Dicho lo cual, me asaltaban varias dudas: ¿cómo acreditaría José que aquél sátrapa en cuestión no le había pagado? ¿Acudiría el Juez para fundamentar un dictado absolutorio al argumento relativo a la existencia de versiones contradictorias que, mutuamente, se restarían eficacia en la acreditación de los hechos? ¿Cabría pensar que no disponíamos de prueba sobre éstos,  suficientes y aptos para enervar el derecho fundamental a la presunción de inocencia?

Para mi grata sorpresa, la visión del juez instructor del número 4 de Torremolinos no fue distinta a la mía, sólo le bastó una pregunta para deshacer el nudo gordiano: la relativa al por qué estaba tan seguro de que el denunciado no le había pagado, concretamente se preguntaba acerca la legitimidad de ese concreto tique, el cual había guardado desde entonces el denunciado y aportado como prueba documental.

Y José, en ese momento, con una seguridad pasmosa e investido del aplomo del que se sabe en lo cierto, dirigiéndose a S.Sª, pidiendo permiso para aproximarse al estrado, le exhibió el talonario correspondiente a ese día, dejándonos a los presentes boquiabiertos. Tenía confeccionado un plano con cuadrículas, parecido al juego de los barquitos, pero completado por un sin fin de números diminutos y nombres ininteligibles. En la hamaca de la discordia, ocupada por el denunciado, figuraba “rubia y otro -guiri,  12.00”,  relativa a las personas que la habían ocupado con anterioridad con hora de salida, según explicó con idéntica flema y parsimonia.

Para sorpresa de Carmelo y vanagloria de José, SSª dictó sentencia de viva voz, no sin antes explicarle a Carmelo los conceptos relativos a “personal e intransferible” del alquiler de una hamaca.

El coste de la hamaca también fue una lección que no olvidaría, pero eso, como saben, es otra historia.